Hammurabi falleció en el año 1750 a.C. heredando su poder su hijo Samsu-Iluna. Este tuvo que enfrentarse a una serie de revueltas que acabaron con la independencia de los territorios del sur, lo que significó la perdida de todo el litoral del Golfo Pérsico de Babilonia.
También tuvo que hacer frente a los ataques de los casitas, hurritas que conquistaron la mayor parte del territorio de Asiria y de los hititas que llegaron a establecerse hacia el año 1700 a.C. en la parte más oriental de Anatolia fundando un nuevo reino que se conoció como el Antiguo Reino.
Tanto fueron los ataques de los diferentes pueblos que a la muerte de Samsu-Iluna, el imperio paleobabilónico estaba en plena decadencia, pues para esa época el imperio se limitaba tan solo a la parte central de Mesopotamia. Con sucesor de este, Abī-Ešuḫ pasó lo mismo pues la presión de dichos pueblos fue constante hasta llegar un punto en el que el imperio se disolvió tras un fuerte ataque por parte del rey hitita, Mursili I, quién derrotó a los hurritas, dominando Asiria, reduciendo aún más lo poco que ya quedaba del imperio de Hammurabi.
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